Darum ist ‘oublier’ nie Vergessen(*)

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(*) «Oublier» no será nunca olvidar.

Con esta sentencia, de al menos innegable belleza poética, Gottfried Benn epilogó su posición respecto de la imposibilidad de la traducción de la poesía. El poeta alemán confiaba en la definición de la palabra como una unidad única e intransferible que condensa el espíritu, la sustancialidad y la ambigüedad de la naturaleza. Esta justificación de la imposibilidad dada por la esencia misma de la palabra, se engrosa por las particularidades que supone la poesía, caracteres formales, ritmo, rima, métrica, o incluso la disposición, a veces caprichosa, de las palabras escritas en el papel. Sin dudas ninguna traducción, incluso desoyendo la imposibilidad ontológica que la anteriormente citada definición de la Palabra conlleva, podrá reflejar de manera satisfactoria todos los supuestos formales antes citados en el nuevo idioma que la contiene, se deberá elegir entre la literalidad y la rima, entre la métrica o el ritmo, la disposición visual o cualquier otra combinación que el traductor considere de mayor importancia abandonando el resto de las formas a su suerte.

Sin embargo, asumiendo esta imposibilidad como válida, varios autores han reformulado el concepto de traducción de poesía en una recreación, o trans-creación pues como declara el poeta y traductor brasileño Haroldo de Campos “Si admitimos la tesis de la imposibilidad de la traducción de textos creativos, nos parece que ésta engendra el corolario de la posibilidad de la recreación de estos escritos” Otro punto de vista interesante, e irrefutable, acerca de la traducción de poesía los aportan Octavio Paz al decir que la condena que cae sobre estas traducciones es al menos singular dado que muchos de los mejores poemas de las lenguas de occidente son traducciones, incluso es injusta si se considera el rol fundamental de las mismas en la cultura de las lenguas que las importan. Quizás pensando del mismo modo Ezra Pound declaró que un gran período literario es tal vez siempre un gran período de traducciones, o le sigue a uno.

-¿¡De qué habla éste hijo de puta!?

Usaré una analogía muy actual, suponiendo que es posible evitar mi estilo confuso, para intentar aclarar de qué hablo. Tomemos el mismo texto y reemplacemos a Pound, Paz, y Benn por Polino, Dluji y Fantino, o cualquier intelectual televisivo de esa talla, y cambiemos toda referencia a poesía por cine o serie. Luego, si alguno con problemas de abstracción se imaginó frente a un texto de Baudelaire o Shakespeare o Goethe, pues reemplace también a esos muchachos y metale con una imagen de Friends, Los Simpsons o McGyver. Automáticamente la discusión no solo mantiene su ininteligibilidad sino que además se convierte en una reverenda mierda. ¿Qué significa esto? Pues que hace un tiempo unos tipos discutían acerca de la imposibilidad de la traducción de la poesía, y hoy estos nuevos tipos discuten acerca de la Reglamentación de la Ley de Doblaje, es decir, que como sospechan los macanudos del Opus Dei, Darwin también puede haberse equivocado.

Aclaro que pese a que sé que esto es una vendida de humo, de los que están a favor y sobre todo de los que están en contra, pues no modificará casi en absoluto el panorama de cómo vemos las series y películas ya que aplica solo a canales de aíre que actualmente emiten todo doblado (salvo excepciones, como ciclos de cine de madrugada que la mayoría de los indignados ni siquiera saben que existen), y canales de cable Made in Argentine que poseen casi exclusivamente producciones nacionales, a mi me gusta ver las series y las películas en idioma original, no tanto por la falta de literalidad cuando ante el hipotético ‘Birds of a feather flock together’ de Gary Oldman (ustedes no lo vieron pero me puse píe para escribir su sagrado nombre) oiríamos el “Dios los cría y ellos se juntan” en la voz apunada de Facundo Arana, pues efectivamente la traducción no es literal sino que es mejor que eso, el problema es la voz de Arana, o de quien no sea Oldman(y no solo pongo de ejemplo a Oldman por mi devoción hacia él sino también, justamente, porque hablo de la importancia de las voces), pues la voz es necesariamente parte fundamental de la obra. Ni tampoco siquiera, aunque sí puede ser una falla que perjudique mucho la obra, por la falta de interpretación del lenguaje traducido, es decir, por recurrir a la literalidad cuando no corresponde y ahí viene la indignación masturbatoria de todos los proto-snobs que chapuceamos alguna lengua extranjera. Aquí me gustaría recurrir al famoso comentario de Schopenhauer al salir del cine ‘Que bueno que a Kagemusha la pasaron en idioma original, las subtítulos estaban re-piolas, y no encontré ningún error en la traducción. Sí la doblaban se pudría, no hablo una goma de japonés, pero seguro estaba mal traducido’ (Debo confesar que no estoy seguro de citar a Schopenhauer, sospecho de un anacronismo)

El doblaje deteriora el sonido de la película, modifica los tonos, las voces, y la actuación, pero donde menos deterioro produce es justamente en la traducción porque, como ya han probado lingüistas, psicólogos y antropólogos, lo que se puede pensar se puede decir, y todo es traducible en sentido entre las innumerables lenguas, esto último deja tranquilo a muchachos como Francisco I, por ejemplo, sino flor de quilombo tendría con lo que andan leyendo sus fieles.

Iba a hablar de los yaganes y las lenguas al borde de la extinción, pero me encegueció el Síndrome Pink Floyd y se me fue la mano con el intro.

Es culpa de las cadenas de mail. (O de Casciari)

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Sé que es extraño, uno las había supuesto extintas, como al dodo, las gallinitas de licor, o los periodistas deportivos, pero era solo una presunción infundada pues aun en algunos recónditos parajes de nuestras bandejas de entrada, muy de vez en cuando, podemos encontrar, cada vez que un conservacionista lo creé necesario, una cadena de mail. Es cierto que mucho tiempo había pasado desde la última, pero no sin sorpresa, hoy me encontré con una que ya había recibido muchos años atrás. No era un hoax, ni un panfleto político con la típica literatura de un ex-servicio despechado, en este caso, o debo decir mejor en estos casos, se trataba de un texto humorístico.

La idea se basaba en calcular la edad de los países tomando como referencia el método con el que se calcula, popularmente, la edad de los perros, pero para el caso se reemplazaban los siete años usados en los canes por catorce. Luego, una vez obtenida mediante este cálculo una determinada edad ‘humana’ para cada uno de los países que se citaban se lo emparentaba a varios estereotipos generacionales para lograr el ansiado objetivo de la risa, o la sonrisa, vamos. Hasta ahí todo muy rico, pues no se trata de que me parezca mal o bien el humor de estereotipos, creo que los límites y los tipos de humor los elije el humorista y para cada uno de ellos hay mercado, pero sí recuerdo que desde la primera vez que lo leí noté que el andamiaje literario del relato se caía a pedazos al segundo o tercer párrafo, otra vez siento que debo aclarar, no es una cuestión de estilo o de lenguaje lo que critico, sino que la premisa inicial desde la que se partía para la construcción del relato era desechada, ignorada, o lo que es peor, falseada, treinta palabras después de ser postulada.

Arrancaba con un cálculo más o menos veraz, veracidad entendida en los términos impuestos en la premisa, en el que se suponían quinceañeros a los países latinoamericanos, luego pasaba por un comentario sobre la China milenaria, es decir, octogenaria en ‘tiempos’ humanos, y en seguida hacía agua. Primero el cálculo erraba con Francia e Italia pues suponía a Italia más vieja, incluso viuda, cuando Italia sería según ese método, aun menor que la mayoría de los países latinoamericanos, es decir adolescente también, incluso tomando como nacimiento del país la fecha de unificación y no la de nacimiento de la República Italiana. Luego continuaba forzando, o ignorando, en pos del lograr el efecto buscado situando como adultos jóvenes a Australia o Canadá, siendo ambos países más jóvenes que los latinoamericanos, el primero de ellos notablemente. Otro caso imposible era el de Israel a quien el autor caprichosamente le asignaba una edad de sesenta años, es decir no poseía los más de cien que le hubiesen correspondido a la nación judía ni la niñez que le otorgaría la fecha de fundación del estado de Israel. La lista de falacias sigue, pero como para muestra basta un botón, aquí me quedo.

Claramente el autor había partido de sus percepciones y las del inconsciente colectivo para asignar comportamientos humanos a los países ¿Entonces para qué imponer una premisa que se va a incumplir? El relato había perdido la columna vertebral, y como invertebrado, ya no tenía importancia.

Lo interesante llegó en esta segunda vuelta del mail, pues en ella recibí detalles del autor, me sonó su nombre, y por supuesto, Googleé. El autor del texto es Hernán Casciari, un tipo que tiene una editorial, revista, un blog ‘re piola’, un bar, canchas de paddle, una remisería y varios etcs, donde publican, por ejemplo a Forn  y a Nick Hornby, que no es poco decir, vamos. Entonces me dije, ¿Por qué no un blog? Quizás al menos pueda abrir la remisería.

(Nota: me parece muy grosso lo que hace el pibe, no es una crítica a él, en todo caso agradezco a su pobre relato el estímulo)